Se dice fácil, y siendo sincera yo adoro estar en casa. Pero no puedo negar que ha sido una semana dura. Durísima. Es imposible mirar los medios de comunicación sin sentir angustia. Duele ver lo que otros están ya viviendo, y la incertidumbre de lo que nos espera. De repente los planes futuros no tienen fecha. Lo importante es el día a día. El mundo se detuvo y simultáneamente siguió dando vueltas. Nos vemos obligados a mantenernos fuertes para afrontar lo que sea. Vivir con miedo no es opción, sin embargo es más fácil decirlo que hacerlo. No me agobian mis cuatro paredes. El encierro es lo de menos. Puedo bailar, comer con calma y abrazar a los que viven bajo mi techo. Puedo salir al patio a tomar sol, sentirme dichosa y olvidarlo todo por un momento. Hay conciertos en vivo que nos hacen sentir conectados con el mundo allá afuera, detrás de mi puerta. Pienso que la música es importante para mantener la cordura. También son importantes las amigas que están al otro lado del teclado, disfrutando de la música, mientras chateamos y nos olvidamos de todo lo demás por media hora o un poco más. Y dentro de todo este mar de sentimientos desconocidos y sensaciones nuevas, vuelvo a pensar en lo que ya se. En lo importante; en los instantes…en todo lo que vale la pena (o mejor la alegría). Reconozco lo afortunada que soy y agradecida, le pido a Dios que nos cuide. Que nos permita salir de esta. Mañana es otro día y ya veremos como nos va. Pero hoy estoy bien; estamos bien. Hoy más que nunca vivo el presente.