Que tal si no quiero correr para llegar. Si quiero ir despacio y observar. Mirar cada rincón al ritmo de mis latidos. Bailar suave, caminar sin ritmo.
Que tal si el camino no lleva a ningún lugar. O más bien, me lleva a todos. A esos espacios que a pocos le interesan. Allí donde la tarde es lenta. Donde no existe el caos. Donde la gente es buena.
Que tal si en la vida, quiero calma. Llegar cuando sea, como sea. Respirar. Cantar. Llorar. Reír. Solo vivir. Probar un poco aquí y allá. Soñar. Soñar mucho. Vivir bonito.
Que tal si al final la maleta llega llena de todo lo bueno. De todo lo amable. De lo bonito del mundo. Y si llego rodeada de sonrisas y recuerdos que me hacen sonreír, habré llegado. No importa dónde, sabré que ahí es.
Lo que no tenga que ser, que no sea. Yo escojo solo lo bonito. Lo suave. Lo dulce. Lo que no cueste dejar la vida en el camino. Escojo volar bajito, si es necesario. Sin mucho ruido; con mucha calma. Vida suave. Mañanas lentas. Desayuno caliente. Alma entera.