Corremos, en lugar de caminar. Esperamos por algo mejor, al llegar el fin de semana. Y así se posponen sueños; alegrías; vidas. Vemos el mundo girar a toda prisa, tratando siempre de llegar a la meta. Sin detenernos a mirar lo que hay al lado. Tropezamos, nos levantamos y volvemos a correr. En automático. Apenas suficiente aire para respirar. Parece una carrera que debemos ganar, cueste lo que cueste.
Y nos precipitamos, como si supiéramos a donde ir. Como quien conoce el camino. Como si no entendiéramos que el destino no es lo que importa. Como si las sorpresas no sucedieran todo el tiempo. Quien mucho planifica, sufre muchas desilusiones…así de simple. La vida está diseñada para ir fluyendo. Aunque sea solo un poco. Más camino. Más calma. Más lento. Más café. Mas sueños…
Detente un momento y respira. Inhalando silencio; exhalando tormentas. Intenta de una vez y por todas, sentir cada pisada; cada suspiro; cada parpadeo. Que sin darnos cuenta, corriendo, gastamos la vida. Y todo esto, ¿para qué? Si lo que verdaderamente importa, no tiene horarios. Las sonrisas; el amor; el mar…Todo lo bueno, surge sin planificarlo. Todo lo que vale la pena, simplemente fluye. Tú, solo detente. Deja que la vida habite en ti. Con calma. Desayuna lento. Ríe fuerte. Ama siempre. No corras…