¿Has notado que cuando miras al cielo, tus pensamientos son más claros? Cuando miro al cielo, la mente se aquieta, y se aquieta el alma. ¿Será que desde allí, lo eterno, nos susurra: “Todo va a estar bien”…y nos regala la paz que andamos buscando?
¿Has notado que cuando respiras cerca del mar, tu cuerpo se siente más liviano? Cuando respiro cerca del mar, y lo veo majestuoso, siendo calma y siendo bravo, siento que respiro salud. ¿Será que su energía se conecta con la mía y en ese intercambio, me regala vida?
Igual sucede cuando observamos los árboles. Cuando respiramos campo. Cuando miramos la luna y las estrellas. Cuando sentimos la lluvia sobre nuestra piel. Cuando el sol nos tuesta… En esos momentos es fácil sentir una conexión con la vida; con la magia de lo incontrolable. Observa bien. Ahí está lo que vale la pena.
Cuando viajamos livianos, prestando atención a lo simple, es más fácil respirar. Cuando somos capaces de despojar nuestra mente de lo que sobra; de lo que no es importante, podemos caminar el mundo en armonía. Es nuestro deber con el universo, detenernos y buscar estar sincronizados con la vida que nos rodea. Es la única manera de vivir plenamente.
Enfócate en lo infinito; en aquello que estuvo antes y estará después de ti. Lo demás es efímero y así también es la satisfacción que nos da.
Cuando necesites encontrarte, y escapar del ruido: ¡MIRA AL CIELO…RESPIRA MAR!