Soy de las que disfruta las mañanas “slow”. Nos despertamos temprano, casi siempre de manera natural, y no porque suene un despertador. Desayunamos juntos y me tomó el café lentamente con la pajama puesta. Comenzar mis días con esta pequeña rutina, me proporciona felicidad tempranito en la mañana. 

En ocasiones escuchamos música y bailamos, o salimos al patio muy temprano y podemos disfrutar de los pajaritos y de la grama húmeda. Esto, claro, es a petición de mi bebé. Aunque prácticamente me lleva todo el día de un lado a otro sin parar, estos momentos en las mañanas, mi corazón se los agradece pues me brindan mucha paz. 


Encontrar pequeños momentos cada día, para valorar los milagros que muchas veces pasan desapercibidos, es demasiado importante. Disfrutar los pequeños placeres, nos va abriendo la mente para disfrutar todo lo que la vida tiene para ofrecer. Dentro del caos que muchas veces es el mundo, tenemos el deber de encontrar eso que nos hace sentir paz. 

Sal a dar un corto paseo. Deja que el sol entre en tu piel. Baja los cristales del carro cuando pases cerca de la playa. Piérdete un rato en un camino nuevo. Escucha. Siente. Vive. Haz las cosas con amor. Cocina por placer y luego come lento. No vivas con tanta prisa. No te acostumbres al estrés, ni te dejes llevar por el “ así es la vida”. La vida es bonita. Tiene sus retos, pero es bonita. Solo el estar vivos en un universo tan loco, ya es un milagro. 

Encuentra esos pequeños placeres y aférrate a ellos con todo tu ser. Búscalos. Saca tiempo para ellos, sin excusas. La vida es solo un segundo. Somos pasajeros breves en el mundo. Hagamos de el privilegio de estar vivos, algo maravilloso. No dejes que el mundo te consuma. Mejor cómete tú, cada rincón; cada experiencia; cada momento. Vive. Sobre todas las cosas, se feliz. 

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