Vivimos rodeados de ruido por todas partes. Desde que nacemos, y comenzamos a descubrir el mundo, el ruido forma parte de nuestro día a día. El ruido que va entrando en nuestra cabeza, y no nos permite escuchar nuestra propia voz. El ruido que nos confunde y nos hace perder nuestro camino. El ruido de las voces ajenas, que pretenden guiarnos a su ritmo, sin entender lo capaces que somos de descubrir nuestro propio rumbo. 

Esos ruidos van formando ideas, instalando creencias, plantando miedos. Y vamos creciendo, y van creciendo los ruidos. Esos que pretenden dictarnos como debemos vivir. Muchas veces, con las mejores intenciones, pero no con los mejores resultados. Se escuchan por todas partes, tan fuerte, que muchas veces es lo único que escuchamos. Tan imponentes que nos llenan de culpa. 

Ruido que nos confunde. Que nos hace pensar que queremos ciertas cosas en nuestra vida; que debemos dar ciertos pasos. Ruido que nos va recitando la “receta perfecta” para el éxito; para la vida. Y nos da palmaditas en la espalda cuando lo hacemos “bien”. Y nos grita fuerte cuando lo hacemos “mal”. Ruido tan ensordecedor que muchas veces, preferimos no hacerle frente, y fluir…

Pero, ¿es posible apagarlo? Apagarlo, para dejar de vivir expectativas ajenas. Apagarlo, para finalmente escuchar tu voz. Si apagas todo el ruido, ¿que queda? Detrás de todo el ruido, ahí te encuentras tú. Ahí están tus sueños; tus anhelos. Callados, sin pedir permiso a alguien más para existir. Están tus gustos; tus creencias. Sin miedo. Vulnerable. Está tu piel; tu corazón; tu verdadero “yo”. 

No tengas miedo de apagar el ruido. Ten miedo de no hacerlo. Miedo, porque no hay existencia más triste, que aquella que no pudo ser. No hay peor nostalgia, que la que sentimos por aquello que jamás tuvimos. No hay peor frustración, que no lograr aquello que nunca intentamos. 

Que el ruido que escuches, sea el de tus pasos caminando con firmeza. El de tus pensamientos bailando en creatividad. El de tus sentimientos gritando fuerte. Que el ruido que escuches, no sea ruido. Que el ruido que escuches, sea MÚSICA.

Cuando dejé de escuchar el ruido, me encontré. Y allí estaba, desnuda, con el corazón abierto. Aceptando cada parte de mi ser. Dispuesta a levantar mi voz. Decidida a no quedarme con las ganas”. 

Leave a Reply