Caminando por los senderos de mi vida tropical he aprendido muchas cosas. No soy tan “vieja” y mucho menos soy sabia.  Tampoco tan joven como para estar “intacta”. Ni tan despistada como para no haber aprendido unas cuántas lecciones en esta maravillosa vida que me ha tocado vivir. A continuación te cuento “Lo que el tiempo me enseñó”.

El tiempo me enseñó que no todo el que quiere escucharte es tu amigo y que un amigo no siempre querrá escucharte.

Que a veces herimos sin querer, y sin querer a veces nos hieren…pero que no siempre es “sin querer”.

Que algunas personas no son tan tontas como parecen y otras no son tan inteligentes como aparentan.

Que tenemos que aprender a dejar ir al que no quiere estar cerca porque a veces simplemente las personas cambian y nada podemos hacer.

Aprendí que eso no los hace ni malos ni buenos, solo los hace humanos.

Que lo que hablas de una persona que escogió un camino diferente al tuyo dice más de ti que de esa persona.

Que los mejores amigos no son necesariamente  los que están en las malas, si no los que están en las buenas y se alegran cuando te va bien. Ya que para muchas personas es más fácil consolarte que verte tener éxito.

Aprendí que por más vueltas que le des, el pasado nunca cambiará, pero si no lo sueltas puede cambiar tu futuro.

Aprendí que hay personas que usan la excusa de la “sinceridad” para ser groseras y que son esas personas las que menos toleran que seas sincera con ellas.

Que no es posible tener siempre la razón y a veces, aunque la tengas, la razón no importa.

Que todos tenemos derecho a  nuestros gustos y creencias y eso no nos hace mejores o peores, solo nos hace “ser”.

Que siempre y cuando no hagamos daño, todo está permitido.

Que nuestra vida puede ser lo suficientemente interesante como para no querer vivir la de otros.

Que es posible aprender de nuestros errores y aceptar con gracia las consecuencias.

Que somos seres humanos capaces de casi todo y que esa misma humanidad nos hace frágiles.

Que a veces se gana y muchas otras veces se pierde, y no lo podemos evitar.

Que hay días buenos y días malos, pero que ningún día, ni bueno ni malo, dura para siempre.

Que nuestro tiempo en la Tierra es limitado y es nuestra responsabilidad dejarla mejor que cuando llegamos pues el planeta es de todos los que lo habitan y no solamente de unos cuantos.

Y la más importante de todas: Cuándo no aprendemos una lección, la vida se encarga de repetírtela las veces que sea necesario. 

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