Ser sincero no es excusa para ser grosero. Jamás lo será. Hay una cosa que se llama “tener tacto”  y es nuestro deber encontrar la manera de decir las cosas sin herir. Tambien es importante identificar si lo que quieres comentar es realmente necesario o nace de tu necesidad de sentirte superior; de alimentar tu ego. 

A menudo escucho personas “poniéndose el sombrero” de la sinceridad, de “no tengo pelos en la lengua” y de “buenos amigos”, cuando  realmente lo que hacen está lejos de tener buenas intenciones. Solo es una máscara para esconder su baja autoestima a costa de los demás. 

Debemos aprender a identificar a estas personas y poner un “stop” en el momento que veas sus intenciones. Los verdaderos amigos no necesitan estar “diciéndote las cosas en la cara” cuando son cosas que no edifican y no aportan nada positivo. 
No usemos la excusa del “buen amigo con buenas intenciones” cuando es obvio que lo que se busca es la satisfacción personal; tratar de brillar apagando la luz de otros. Las palabras tienen mucho poder. Utilicemos las nuestras para traer luz, que tanta falta hace en el mundo. 

Entendamos de una buena vez que no todos pensamos igual; sentimos igual ni tenemos los mismos sueños y metas. Lo que para ti es ridículo, puede que para otro no lo sea. Practiquemos la empatía. Esto no es hipocresía. Simplemente es saber en que momento nuestras palabras puede herir más de lo que ayudan. Seamos verdaderos amigos y no “amigos groseros” autoproclamados sinceros. Aportemos, no restemos. 

Por otro lado, debemos aprender a escuchar e identificar a aquellas personas que tienen buenas intenciones y que nos aconsejan con nuestro mejor interés en mente. No seamos jueces demasiado rápido. No todo el que te dice algo que no quieres escuchar, lo hace para hacerte daño. 

En mi caso, no suelo dar consejos no solicitados. No es mi estilo. Pero si me pides un consejo, te lo voy a dar, siempre aclarando que es mi pensar y no necesariamente lo que debes hacer. De igual manera, hago caso omiso a los consejos que llegan sin haberlos pedido, cuando se ven cargados de interés personal. No es tan difícil aprender quienes tiene buenas intenciones y quienes no. Es cuestión de aprender a escuchar y seguir tus instintos. 

La clave en toda relación, siempre será la comunicación efectiva. Y la buena comunicación nunca podrá presentarse vestida de malas intenciones, burla o palabras hirientes. Quien constantemente te hace sentir incómodo, no puede ser tu amigo. Así de simple. 

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